Quiero encontrar las palabras exactas para describir la incertidumbre y la tristeza que me produce tu partida; quisiera no tener la certeza de que tu voz y tus abrazos ahora son solo recuerdos escondidos en algún rincón de mi cabeza. Quisiera que la muerte no doliera para recordarte con una sonrisa.
Tal vez te veré de nuevo, algún día, en algún sueño, uno parecido a esos que he tenido con la abuela, ojalá que en esos sueños me hables y que yo pueda escucharte, ojalá que el recuerdo de tu voz se mantenga a salvo.
Gracias por tanto, por los abrazos, por el amor, por los besos y los detalles, gracias por las sopas de arroz y por las natillas. Gracias por los consejos y los vainazos. Gracias por las risas y las lágrimas que compartimos juntos. Gracias por tu fuerza y tu valentía. Gracias por estar ahí siempre, porque mientras la vida nos lo permitió, tuve la certeza de poder encontrar en tus brazos un abrazo y en tu casa un refugio. Gracias por todo Marcita, que tengas buen viaje.